“Hay una literatura para cuando estás aburrido. Abunda. Hay una literatura para cuando estás calmado. Ésta es la mejor literatura, creo yo. También hay una literatura para cuando estás triste. Y hay una literatura para cuando estás alegre. Hay una literatura para cuando estás ávido de conocimiento. Y hay una literatura para cuando estás desesperado. Esta última es la que quisieron hacer Ulises Lima y Belano.”
De los tantos libros dentro del canon literario que son considerados obras maestras, no muchas veces sucede que mientras las leemos pensamos “Mierda, esto es una obra maestra”. De hecho, que yo recuerde, solo me había pasado con Cien Años de Soledad. Hasta que, luego de más de una década de haberlo dejado inconcluso, leí Los Detectives Salvajes.
Quizás esta novela le debe su grandeza a la mística del autor tanto como a la historia en sí. Pero creo yo que en este caso, novela y autor son una sola cosa. De cierta manera, “Los Detectives Salvajes” es el coeficiente de la vida y obra de Bolaño; en el sentido de que representa a su autor no sólo de manera autobiográfica sino desde su perspectiva singular con respecto a la literatura, el arte y la vida. Aquí lo bolañesco se va definiendo a martillazos durante cada página y deja la sensación de que aunque uno no lo pueda describir, lo puede comprender.
La historia pretende (a través de una propuesta literaria que me atrevo a tildar de audaz) relatar el fenómeno del Realismo Visceral a través de sus exponentes más significativos: Ulises Lima, Arturo Belano y Cesárea Tinajero. Los primeros dos, poetas que habitan en carne viva la novela y cuya obsesión por desenterrar a Cesárea Tinajero del olvido le dan la orientación a la trama. No obstante, el enfoque poliédrico que Bolaño da a la novela, con sus más de cincuenta narradores que se extiende por tres continentes y tres décadas, le permite abarcar tanto como se le antoje sin perdernos por un segundo. Creo que nadie se atrevería a decir que en esta novela los capítulos o testimonios no constituyen un argumento sólido, ni que su vanguardismo compromete la eficacia de su narración.
Pero si me preguntaran por qué alguien debería leer “Los Detectives Salvajes”, le robaría una frase al autor, y diría que “los textos tienen que tener espejos en donde (los lectores) se miren a sí mismos”. Por eso hay que leer este libro, porque para todos aquellos que alguna vez tuvimos la ambición de hacer con o de nuestras vidas arte, esta obra es un gran espejo donde mirarnos y ver lo que está detrás de nosotros. Esta novela es como la literatura de Ulises Lima y Arturo Belano, literatura para cuando estás desesperado.